miércoles, 2 de septiembre de 2015

WISLAWA SZYMBORSKA. CHARCO


CHARCO

Recuerdo muy bien ese miedo infantil.
Evitaba los charcos tras la lluvia,
sobre todo los recientes.
Alguno podría no tener fondo,
aunque se pareciera a los otros.

Me meto y de pronto me caigo toda,
comienzo a volar hacia abajo,
y más y más abajo,
en dirección a las nubes reflejadas
y a lo mejor más allá.

Luego se seca el charco,
se cierra sobre mí,
y yo atrapada para siempre —dónde—
en un grito que no sale al aire.

Solamente después llegó el entendimiento:
no todos los accidentes
siguen las reglas del mundo,
y aun si lo quisieran,
no pueden suceder.
——————————
De Instante, 2002.
(Trad. Gerardo Beltrán)

jueves, 23 de julio de 2015

DIEGO ÁLVAREZ MIGUEL. NO SÉ LO QUE ME PASA


NO SÉ LO QUE ME PASA

No sé lo que me pasa, de repente me he puesto a soñar
con un sueldo de cinco mil euros al mes y una novia
con las tetas grandes, las manos suavísimas,
y me he imaginado reclinando el asiento
de mi nuevo BMW sobre una cala de Mallorca
para que una francesa de anchos labios rojos
no se golpease la cabeza contra el volante
y yo le decía que aquello era nuestro petit secret,
todo nuestro, y que Laura —el imaginario nombre
de mi estupenda novia— no tenía por qué enterarse.
No sé lo que me pasa, la verdad. Me he imaginado
Pagando champagne francés en la estación
de esquí más grande de los Alpes, invitando
a mis jóvenes y apuestos amigos, sonriéndole
con mi blanca dentadura nueva a la morena
y atlética esquiadora con la que estrenaré
la cama de mi caliente cabaña de roble
mientras ponen la NBA por la televisión de pago
y bebemos Macallan hasta por la mañana.
No sé lo que me pasa, es en serio. Nunca había
pensado en cruzar el Adriático, imaginando
que conduzco un yate de diez mil caballos
lleno de polacas intensas y griegas esculpidas
en el mármol del sexo imparable y cazando
grandes ballenas con un arpón más que infalible
que en su día perteneció sin duda a algún rico
emperador oriental o bizantino. No lo sé, no sé
lo que me pasa, yo antes soñaba con tonterías,
soñaba con que chicas agradables me quisieran
con un coche que no perdiera gasolina, una cerveza
fría los domingos, un buen libro, una buena peli,
con escribir de vez en cuando un buen poema.
——————————
De Hidratante Olivia, Madrid, Hiperión, 2015.

domingo, 26 de abril de 2015

CRÓNICA

Sábado, 18 de abril, 20:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


JUGADORES

Galeano, Eduardo. Las palabras andantes, Madrid, Siglo XXI, 1993.
Marcial. Epigramas, Barcelona, Plaza & Janés, 2001.
Marinas, Julio. Poesía incompleta, Palma, Los Papeles de Brighton, 2013.
Valente, José Ángel. Fragmentos de un libro futuro, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000.
VV. AA. (Fabián Casas). Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007.

CRÓNICA

Partido de guante blanco que se disputó en medio de un ambiente festivo. Nuestro querido PAPERMAN cumplía cincuenta primaveras, y qué mejor manera de celebrarlo que aparcando, aunque fuera sólo por un día, el dicterio fácil, el venablo pronto. A ello también contribuyó de manera eficaz el desarrollo de propuestas poéticas que en general fueron más respetuosas con la palabra y comprometidas con la elaboración metafórica, y que son, en mi modesta opinión, un acuerdo mínimo sobre las líneas de demarcación del campo y ubicación de las porterías, sin las que resulta imposible todo intento de juego, y por la que clamábamos en la anterior entrega.

En esa línea de compromiso conceptual, quien siempre plantea sus partidos es IGNATIUM, y es obligado reconocérselo. Su problema no es estratégico, porque busca el balón; sino táctico, qué hacer con él. Sus jugadores, en esta ocasión VALENTE, toman una idea, la destilan, la destilan, la destilan, la destilan y la vuelven a destilar, dejando tras de sí una sopa de quarks que se pega a las meninges sin más lenitivo que el ibuprofeno o los gintónics. Recalco. Poemas LOS: «FLOTAR en la incierta realidad del ser, tentar a ciegas lo improbable, no tener asidero en tanta sombra. Los cuerpos de los ahogados en la mar meditan boca abajo, pero no ven el fondo con los ojos vacíos… y luego te fuiste diluyendo, despacio, muy despacio, en lo no descifrable». Esa sensación de inanidad bien envuelta, pero inanidad al fin y al cabo, no termina de disiparse del todo por la naturaleza dubitativa de las circulaciones en defensa: «LA puerta abre la casa hacia su adentro / donde no estás. / Vacío. / Late / el corazón muy tenue, solo. / Todavía». Y todo con la agravante de la insoportable grandilocuencia tipográfica, porque ¡qué tiene de particular el puto artículo “LA” para merecer mayúsculas! ¡Desde cuándo una jugada de veinte pases que termina en gol se festeja abrazando al jugador que sacó de banda y se la entregó a su portero! Sólo cuando dio algún cambio de juego hacia el terreno más convencional del tiempo en fuga, logró acercamientos al área con cierta intención: «TAL vez en el sediento, oscuro, rápido / deshacerse del día / te has ido transformando en otra cosa / limítrofe de ti, / no tú… y pasa lentamente, / desmemoriado y ciego, / bajo el arco dorado / que arriba tiende el anchuroso otoño / como homenaje póstumo a las sombras»; pero dejando tras de sí la sensación agria de oportunidad perdida.

La sorpresa del partido la protagonizó CHESIRE. Siempre esperamos de él alineaciones en la línea del malditismo beatnik; con su verbo rudo, sus exfoliaciones de piel de escroto, sus hígados supurantes, sus años de joda de Aníbal… y ¡toda la bola! Y no; para esta ocasión buscó inspiración en los clásicos grecolatinos, presentándonos una versión bipolar de un MARCIAL, que oscilaba aspaventosamente entre los patadones obscenos y las sutilezas moralizadoras. Arrancó el partido en estampa de rentista llorón, lo que a día de hoy resulta cuando menos provocador: «Cien mil Corano y doscientos mil Mancino, trescientos mil me debe Titio, el doble Albino… del rebaño de Parma recibo seiscientos mil… Compénsame con monedas en empacho diario: no puedo, Afro, oír gratis estas cosas»; pero perdiendo rápidamente la pelota sin lograr dar dos pases seguidos: «No había en toda la ciudad, Ceciliano, nadie que quisiera / tocar gratis a tu mujer… pero ahora, que has puesto guardianes, es enorme / el tropel de folladores: eres un hombre ingenioso». Sin embargo, en una salida rápida a la contra, acertó con una buena asistencia final de consejo certero, verdad honda y gol: «Las cosas que hacen la vida más feliz… son éstas: una fortuna no producida por el trabajo, sino heredada… nunca un pleito, rara vez la toga… fuerzas de hombre libre… amigos de la misma condición; convites fáciles, una mesa sin artificio… querer ser lo que eres y no preferir nada más, no temer el último día ni desearlo». A partir de ese momento, a jugar lo menos posible nadando y guardando la ropa con odas a las peligrosas rubias de bote que diría SABINA: «Te envié, Lesbia, cabellos de pueblos del Norte, / para que sepas cuánto más rubios son los tuyos», dando ese punto de fetichista que colecciona tarros con vello púbico. Ya se sabe: ¡solo la vittoria è bella!

Juego denso el que propuso en este partido CLAMAVI con la alineación de MARINAS; de sus botas salieron las mejores combinaciones. En unas ocasiones con un manejo centrocampista de regusto épico que hogaño resulta tan infrecuente, como con EL CABALLERO VUELVE DE SU DERROTA EN BUSCA DEL OLVIDO: «Regreso al frío blanco de mi aldea…Aquel sol derrotado abandonó / mis campos, la bondad de sus cosechas… Nada vi / ya más que los lamentos de la luz / vagando en los insomnios de mi búsqueda… solo asedio / y dudas encontré… solo una tierra / de tumba cabalgada por ventiscas». En otras ocasiones, derivando el torneo caballeresco hacia la tensión existencial, como con LA CALMA: «Los músculos ausentes / poseen la tranquilidad pura, / ajenos a tensiones pasadas / donde fueron cuerpos rivales. / No se piensa que todo transcurre, / que… el reposo muere en el reposo / y se reaviva ese encuentro voraz / con las armas». A la vista de que no se lograba marcar, cambió de registro con pases largos hacia terreno encanallado, como fue DESCONOCIDO O DESCONOCIDA: «Y si al llegar a casa / detienes la mirada / delante de ese espejo confesor, / que eres tú y es el otro… Debes mirar firme a los ojos… Derrama, / como mucho, una lágrima… y acompaña su descenso / al infierno del gres… Luego, encoge los hombros… ¿qué te descubre / la melancolía? / Ahí fuera todo es / siempre desconocido. / Quién sabe si esta noche… no se presenta un polvo / de los que hacen historia. / Aunque sea pagando». Pero guardando para el final, en tres pases, el último a la red, una impagable glosa de las contradicciones del desamor con ARDO POR TI: «Tantas veces te he dicho adiós; pero animales / me invaden si nos vemos… Y aunque conozco el riesgo / de tu llamada, acudo, y vuelves a matarlos… Camino entre animales / muertos durante días; reúno las cenizas… y me salva / la deseada huida que… descubre un ave fénix cada vez que te intenta», que fue lo mejor de la noche y terminó anulado por un fuera de juego sólo visto por un linier de brazo más tonto que un maneki neko.

Con ARTEMIO llegó el tan inevitable como indeseado homenaje póstumo a GALEANO. Y con él, los consejos de decoración e interiorismo, volumen especial dedicado a las ventanas; en ocasiones con pinturas indigenistas, como VENTANA SOBRE LA LLEGADA: «Y en el bautismo le enseñaron lo sagrado… Recibió una caracola: / Para que aprendas a amar el agua. / Abrieron la jaula de un pájaro preso: / Para que aprendas a amar el aire… Y también le dieron una botellita cerrada: / No la abras nunca, nunca. Para que aprendas a amar el misterio»; en otras ocasiones explorando las posibilidades del juego antipoético, como con VENTANA SOBRE EL ADIÓS: «Él había guardado todos los sueños juntos, en una bolsa de supermercado, y la bolsa se había abierto y los sueños se habían escapado… no tenía ningún sueño que soñar… Y se murió, sin encontrar los sueños ni los días que había tenido y se le habían ido… Fue dueño de nada, hombre desnudo; y anduvo desnudo». Pases previsibles que no lograban superar la línea de defensa propia, demorando la posesión de la pelota en terreno comprometido y que forzaban el despeje sensiblero, como VENTANA SOBRE EL ERROR: «una mañana floreció el jazmín… y el aire frío se impregnó de su aroma, y ese día también floreció el ciruelo y despertaron las tortugas. Fue un error y duró poco. Pero gracias al error, el jazmín, el ciruelo y las tortugas pudieron creer que alguna vez se acabará el invierno. Y yo también». Por no tener, en esta ocasión, ni siquiera le quedó ARTEMIO una bala que gastar con un poema corto sobre el vino. Deberá replantearse seriamente la idea en torno a la que plantear los partidos.

Nueva pifia de CATENACCIO. No estaba en CASAS la solución a la falta de contundencia defensiva de que adolece desde hace muchos partidos. Si a ello se suma la desorientación ofensiva, el resultado es inapelable. Arrancó el partido con una reformulación de poesía sacra con EL MALOGRADO: «Algunos pasos nos sirven / para salir de nuestra pieza; / otros pocos para salir de nuestra vida. / Y mientras me regodeo / en la costumbre pagana del vermut, / espero tu llamada, tu advocación. / Hazlo, Señor, / y da origen a un nuevo animal». Pero a la vista del fracaso, optó por espigar varios terrenos, aunque sin elaborar la jugada y confiando el éxito al donaire de una metáfora bien metida; así en estilo neopastoril, con MINERAL WATER: «El bosque es frondoso aunque está domesticado… Ráfagas de pavimento suben hacia las colinas / donde los ciervos se pasean indiferentes. / Con movimientos de taichí / una ardilla nos sale al cruce… Y el parque suena como una casa de videojuegos… Ahora hay música en las radios / y el acontecimiento de las generaciones pasa con indiferencia sobre nuestros cuerpos»; en trance escatológico, con LA MIGRACIÓN: «Los esquimales, explicó, cuando llegan a viejos / se pierden por los caminos / para que los coma el oso. / Otros prefieren terapia intensiva, / médicos corriendo alrededor, caños, oxígeno / e incluso un cura a los pies de la cama / haciendo señas como una azafata»; o plegando el poema sobre sí mismo, como con TRATANDO DE VER CÓMO SERÁ: «la tensión del poema / corre hacia su fin / sin esperanza de resurrección… No hay vuelta que darle, / motorizado por la culpa / alguien instaló / este campo de refugiados en el sol: / la vejez es el último verso del poema, / después del empieza la crítica»; aunque sin lograr el efecto deseado en ningún caso.

El juego se apagaba. Pululando entre las mesas, PAPERMAN repasaba los momentos estelares de cuando estos partidos arrancaban; momentos engrandecidos por la tradición oral y la ausencia de todo registro. En la mesa trasera, LUCÍA dejaba que VERMEER guiase su lápiz en pos de una chica de la perla que no se adivinaba aún, pero que preñaba de genialidad la celulosa ignorante. En la contigua, MARTÍN y MARVIZÁN cruzaban lanzas sobre el lomo de un borrico de madera: «quien las tire, pierde». Y los bastoncillos de madera, leves sarcófagos de carbono apresado, cobran vida en los dedos del crío que gana confianza, que arriesga con una disposición maliciosa que excite el fallo rival, que silencia el graznido con que el whatsapp anuncia su penúltima memez. Y es entonces cuando la mirada se eleva aupada por el oleaje de las generaciones, por el hambre implacable de la materia contra los reparos del tiempo: ¿En qué momento todo se torció? ¿En qué momento se nos deshilacharon las meninges? ¿Qué mariposa cósmica batió sus alas para arrastrarnos a este huracán de miseria bien empaquetada? ¿En qué concreto momento dimos el salto cuántico para convertirnos, en tracto único y para toda la eternidad, en unos gilipollas integrales? Pero eso ya es otra historia.

jueves, 9 de abril de 2015

FABIÁN CASAS. MINERAL WATER


MINERAL WATER

No es la curiosidad metafísica
la que organizó esta excursión
pero igual podemos darnos una vuelta
por la etiqueta de agua mineral.
El bosque es frondoso aunque está domesticado,
cada veinte metros tachos de basura,
quinchos con parrilla y luz artificial, cada diez.
Ráfagas de pavimento suben hacia las colinas
donde los ciervos se pasean indiferentes.

Con movimientos de taichi
una ardilla nos sale al cruce,
otra prefiere aferrarse a la convicción
de que está mimetizada con el árbol.
¿A quién te hace acordar?

Bajo un sol al dente, cerca del río,
las familias preparan sus almuerzos domingueros
según las coordenadas hegelianas…
Cuando se vayan
cuando las puertas del último auto
se cierren de un golpe,
las aves empezarán a graznar
y a acicalarse mutuamente en los árboles.

A más oscuridad más ruido.
Y el parque suena como una casa de videojuegos
al aire libre.

Espinoza: «Si una piedra arrojada al aire
tuviera conciencia de sí misma,
seguramente pensaría
que se mueve por su propia voluntad».

Ahí va la piedra de Spinoza.
Donde cae, los patos corren desesperados.
El nenito negro se prueba su equipo de fútbol americano,
el chico le dice a la chica: «Si no pensás en nada,
si no pensás, vas a oír al lápiz de Salinger
girando en el sacapuntas».

Después de la comida viene el postre,
después del postre la siesta.
Ahora hay música en las radios
y el acontecimiento de las generaciones
pasa con indiferencia sobre nuestros cuerpos.

Con pecheras rojas y naranjas
equipos de remeros surcan el río.
Cantan una canción que habla
sobre la sombra que le imprimimos
a lo que intentamos conocer.
——————————
De Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007.

martes, 10 de febrero de 2015

EDGARDO DOBRY. EL POEMA DE LAS BOTAS Y LAS HORAS PERDIDAS


EL POEMA DE LAS BOTAS Y LAS HORAS PERDIDAS

Cuando miro tus botas negras, vacías,
que descansan como dos manchas más densas
en la moteada penumbra del cuarto;
cuando miro tus botas que tienen ya la forma de tus pies,
no sólo de tus pies, de tu andar también:
esa leve panza en los empeines
—algo más pronunciada en el izquierdo—,
la cueva oblonga del talón
que da a la silueta de tus botas un toque cómico,
como si en vez de copiar la arista de tu paso quisieran
imitarlo con una gracia cándida,
como se hace entre íntimos amigos
que han crecido juntos y conocen sus formas detalladas
y pueden hacer burla de sus voces
o de su caminar; cuando miro ese cuero,
no hace mucho flamante y frío y pecuniario,
ahora modelado por la persistencia
de un trabajo sin fatiga
—pues nunca das descanso a las botas nuevas,
aunque tengas aún buenos pares anteriores
y aunque pases un día muchas horas en casa—,
ese cuero ya tuyo de verdad,
no como un reloj o un bolso, tuyo
por el velo de su dureza vencida,
mientras la luz en la pieza comienza a despertar
y tú sigues dormida, ellas te velan y te esperan
con un dejo presente de complicidad,
con una fidelidad que les viene por completo del candor
de su taco ya apenas comido,
de su estar vacías y huecas pero fieles
al volumen imitado de tus pies: esa memoria de la forma;
tus botas te esperan como una reserva de vigilia,
su serenidad es la certeza de que hoy también
van a aislarte del suelo del planeta
para distraer y postergar la sorda
afirmación con que la tierra nos invita,
nos reclama como un hijo que de noche
debe volver a casa;
tus botas aliadas de tu piel, vigilia que la aguarda,
que vela por tu cuerpo ahora dormido
mientras la luz va ganando baldosas y contornos.

Cuando miro el trabajo minucioso de las horas
en el talón oblongo de tus botas vigilantes y cómicas
y veo cómo el tiempo tiene manos que modelan
sobre nuestro contorno inquieto las señales
de una trascendencia efímera, por entero contenida
en la parcela de nuestra crasa contingencia
como su costado de penumbra y esperanza,
sólo visible en ciertas madrugadas de apariencia indiferente
pero de pronto empujadas hasta el borde de un acontecimiento;

cuando veo
esa vida rara de las cosas que son nuestras
y a las que nada debemos por ser cosas,
cosas que amamos con un amor ingrávido, blanco,
sin emociones ni culpas, sin deberes ni leyes de compensación,
cuando miro tus botas cada vez más definidas
por la luz que va ganando el nombre de «mañana»,
mientras eres aún en la cama el remolino quieto
de sábanas y mantas que la noche
dibujó sobre nosotros, tus botas en el resplandor
de un rincón todavía frío
insinúan su ternura apenas perceptible
—pues depende de su nueva asimetría
que es en sus mínimos errores,
en las imperfecciones de su réplica,
una secreta broma entre ellas y tus pies—

y veo que tus botas negras son como el poema
de las horas perdidas, perdidas justamente para el poema,
perdidas en trabajo adocenado,
en mañanas superpuestas,
en tardes de enojoso cansancio,
en sábados de inútil ansiedad,
en viernes de expectativa al atardecer ya derrotada,
en escaleras del color de dientes ancianos,
en calles que no llevan a otras calles
sino que se clausuran sobre sí,
también en reposos aburridos,
cuando la suela se apoya en el travesaño
de los bancos altos de los bares,
la axila del taco contra el aro de aluminio:

tus botas son ahí el poema de las horas perdidas,
perdidas para el poema, perdidas también para el amor,
recuperadas por un momento ahora que duermes
y que tus botas me miran y quieren hablarme,
decirme justamente por la graciosa inexactitud de sus redondeces
que ellas contienen, son ese poema, este poema,
que una casual forma de mirarlas desprende
de su taco apenas comido,
de la panza crecida en el empeine
mientras empiezas a desperezarte y las botas,
paralelas, con sus dos cañas negras como tráqueas
liberadas de garganta y que sólo respiran por diversión,
se preparan también para su inminente trabajo
y sellan, en un cruce de guiños,
el silencio del poema de las horas perdidas.
——————————
De Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007.

viernes, 23 de enero de 2015

CRÓNICA

Viernes, 16 de enero, 21:00 horas.
Caja de músicos, C/Buen suceso 7, Gijón.


JUGADORES

Bernal, Jesús. Hombre en la niebla, Madrid, Rialp, 2012.
Collins, Billy. La manzana que asombró a París (de Navegando a solas por la habitación), Barcelona, DVD Ediciones, 2007.
Masters, Edgar Lee. Antología de Spoon River, Madrid, Cátedra, 2004.
Miguel, Luna. La tumba del marinero, Córdoba, La bella Varsovia, 2013.

CRÓNICA

La noche no estaba para tonterías. Cielo encriptado, y un viento primitivo que trazaba su bisectriz de lluvia entre el suelo y la plomada de nostalgia que deja una navidad recién muerta. Que cuatro jugadores se presentaran en el campo habla de las ganas que había de retomar la competición. Que desafiado el temporal, no fuesen capaces de acordar el juego para el que se les convocaba habla de la fijeza con la que cada cual se aferra a su poética, o a su antipoética, por mejor decir. Malamente podrá haber goles, cuando el ancho y la ubicación de las porterías, las áreas, las bandas, el balón y demás tramoya sobre la que se pueda sostener un concepto de lo que un poema podría ser, o de lo que en ningún caso debería ser, se disuelve en un cuanto sólo perceptible por la reverberación de incertidumbre que deja su paso.

Hemos de reconocer a IGNATIUM el don de la perseverancia. Ha conseguido elevar su condición de suscriptor de la colección Adonáis a la categoría de milicia: convoca los partidos, llama personalmente a los jugadores refractarios a las nuevas tecnologías, hace las veces de camarero, paga rondas puntualmente y aguanta estoicamente los venablos que suscitan sus jugadores… Y todo, para nada. Con la alineación de BERNAL, planteó su partido en el terreno de la densidad conceptual, una vez más. Con COTIDIANO arrancó buscando la dejada en la frontal, pero se enredó en la vindicación de la potencia religiosa de la palabra y su capacidad para extender la vida de la materia; con lo que el tiro ya salió mordido: «Cuando escribo no sé / si afirmo mi presencia junto a ellas; / tampoco sé si otorgo / a su pulso secreto / el pulso que sostiene mis palabras». Intentaba construir el juego de media sobre la anécdota, pero sin agilidad y con pases emplomados, como con EN EL ACUARIO: «Los peces flotan / entre los cadáveres / de la tripulación fantasmagórica / que ahora componemos… materia efímera / en el fondo del tiempo, / los restos de un naufragio sin porqué»; y siempre con un previsible desenlace en la órbita del tremendismo, como con ESTUVE ALLÍ: «mi cuerpo ensartado / resbaló por el filo del presente / (polvo hacia el polvo). Entre las hojas secas / mi volumen de sombra se abismó / Y me quise marchar, / y estaba ciego». Agotadas sus fuerzas en combinaciones fallidas, buscó la simplificación; aunque casi siempre con pases excesivamente largos que forzaban los límites de la lírica: unas veces para orbitar en torno a la primera ley de la termodinámica, como con DE RERUM NATURA: «Muere el hombre / y muere el animal, /y los cuerpos varían / en la disposición de sus moléculas, / pero no se deshacen en la nada…»; y otras para naufragar a medio camino entre la física de fluidos y el πάντα ρεῖ heracliano, como con —¡no podía faltar! — GOTA DE LLUVIA: «He elegido una gota / y he cerrado los ojos / por guardarla un instante en la retina… símbolo / de todo lo que fluye sin descanso… inexorable / hacia su conclusión». Con eso y con todo, fue el único que intentó agrupar el juego en torno a la posesión de la palabra y por ello merece que se le destaque.

Sin llegar al nivel de compromiso de IGNATIUM, hay en todo lo que plantea CHESIRE una cierta querencia hacia el fútbol directo, hacia un estilo. Fiel a él fue la alineación de COLLINS y el intento de montar jugada sobre la cotidianidad. El pero surge al suministrar esa cotidianidad sin sazonar; con lo que el partido se agota en la mera fotografía del balón. Ejemplos de lo expuesto los hay para aburrir: en registro de querellas de vecindario está OTRA RAZÓN POR LA QUE NO GUARDO UN ARMA EN CASA: «El perro de los vecinos no deja de ladrar… pongo una sinfonía de Beethoven a todo volumen… mientras el resto de los músicos escuchan… el famoso solo de perro ladrador, / cuya coda sin fin convirtió / a Beethoven en un genio innovador»; en estampa de turista sexual mal informado está LAS DIFICULTADES DEL TROVADOR: «Llevo una hora larga cantando lais / en lengua de oc a una mujer que sólo / conoce la lengua de oïl… La mujer… me dirige una sonrisa / con falsa expresión de comprensión fraternal»; en pelota y tanteándose la grasa abdominal está TERRÍCOLA: «una de esas básculas / que te dicen cuánto / pesarías en otros planetas… Imagínate con cinco toneladas / ocupando los páramos de Plutón / o vagando por Mercurio / sin saber qué hacer con tu libra de peso…». A la vista de que el discurso de la experiencia fracasaba, cambió de táctica, apostando por una declaración poética de corte más teórico para acercarse al área con INTRODUCCIÓN A LA POESÍA: «Les pido que cojan un poema… que peguen la oreja a su colmena… que suelten un ratón… y que lo vean buscar la salida… Pero lo que quieren hacer / es amarrar al poema a una silla / y torturarlo hasta que confiese». Pero para el disparo recurrió al punterazo malditista de siempre con UN RATO EN EL BAR: «el reloj lleva aquí quince minutos de adelanto… esta placentera despreocupación deriva / de alimentar la minúscula hoguera del cigarrillo, / de observar esta copa de whisky con hielo, / el óxido frío que sorbo»; con lo que marró la oportunidad; aunque arrancó aplausos encendidos de XABEL, más movidos por el corporativismo de barman que por la limpieza de la jugada.

Otro encuentro más y ya van muchos sin que CATENACCIO acierte con la alineación adecuada. Bajo su batuta, MASTERS desarrolló un juego tenebroso que ni siquiera se acercó al área rival, naufragado en una poesía moralizante que, seccionada del todo que le da sentido, devino en jugadas simple y llanamente incomprensibles. Comenzó con JOHN M. CHURCH, crítica social retrospectiva: «y así me hice rico… ¡Pero las ratas me han devorado el corazón / y en mi cráneo ha anidado una serpiente!»; coqueteó con pases de bordonería de bar con OSCAR HUMMEL: «Yo iba haciendo eses por la oscuridad… Pero quien salió no fue sino A. D. Blood, / en pijama, agitando un bastón, / y bramando contra las malditas tabernas / y los criminales que producían… recibiendo los golpes del bastón… hasta que caí muerto a sus pies»; para desvaírse en el contrasentido que plantea una épica de perfil bajo con MUCHOS SOLDADOS: «Pero no una célula de todo el árbol / sabía otra cosa que la palpitación de la vida, / ni le importó que la hamaca cayera / al suelo con los poemas de Milton»; dejando tras de sí un hálito sureño de banyos y tabaco a medio masticar que poca relación guardan con el fútbol.

La estrategia de ARTEMIO consiste en tomar un epítome de medicina interna, cambiarle las pastas y presentarlo como poemario. Si no, no se explica que pueda aparecer tantas veces la palabra páncreas. Porque a eso jugó con una MIGUEL, completamente pasada de revoluciones la mayor parte del partido. Antes del pitido de inicio, ya intentó la agresión con COMA DIABÉTICO: «Tú me diste una boca. / Mi madre de dio este páncreas. / La ciencia me dio insulina. / Dios no me dio nada / salvo miedo / en un puñado de azúcar». En la primera entrada se ganó la tarjeta amarillo-oscuro-casi-naranja con ANTE LOS SÍNTOMAS LOS MÉDICOS RECOMIENDAN NO CONSULTAR LA WIKIPEDIA: «Padezco hoy, aunque ame, aunque me muerda, aunque acaricie el vello extraño de mi última libertad… Padezco hoy la fiebre. El páncreas crudo. La bilis. El pus y su atadura». Ante el riesgo de expulsión, rebajó la intensidad a costa de renunciar por completo a la pelota, lo que se tradujo en prodigios asintácticos como NO ES UN CEMENTERIO DE ABRAZOS: «No dudo de este miedo / ¿los hombres? / mil / quizá / también / los rayos que se apagan, / saber perderte»; de los que sólo salía para despotricar del arbitraje, como con ME QUEDARÍA: «Me quedaría desnuda. / Me quedaría desnuda. / Joder / Me quedaría desnuda», en la más pura vindicación de la figura de SUSANA ESTRADA. ¡Tan emocionante, cuan estupefaciente!

Y con esto, labores de tabaco y botellines enmarcados por su negativo de espuma, languidecía el partido dejando un rastro de incomprensión mutua entre los jugadores. Ello no fue óbice para el reírse de uno mismo, certificar el paso del tiempo, la merma de vista, y la alopecia que avanza implacable desde la tonsura en que asentó sus reales por primera vez. Las calles crepitaban la noche. Las ventanas, como espejos cansados de luz, devolvían un reflejo tenue, donde sólo lograba afirmarse una hucha rosa con forma de cerdito sobre la barra. Quizás como metáfora de que el oro siempre impone su ley, y de que las más de las veces mora entre cerdos. Al cruzar la puerta, el navajazo de intemperie invitaba al ejercicio kafkiano de palmearse los brazos y las piernas, y arrancar sin más rumbo que la conciencia de uno mismo surgida del aliento. Por las esquinas, orfandad de voces, restos de tormenta, túmulos de bolsas de plástico roto y baba congelada como una eyaculación de sombra y miedo. El invierno deja ese caviar no fecundado, un sueño amortajado en su propio granizo. Tenía razón BÉCQUER: podrá no haber poetas, o peor aún, que sean malos, mas siempre habrá poesía. Pero eso ya es otra historia.