jueves, 23 de abril de 2009

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD. BORDES DEL SILENCIO


BORDES DEL SILENCIO

Las palabras con las que has convivido
durante tanto tiempo, ¿siguen
sirviéndote de algo? ¿Podrás valerte de ellas
cuando ya los antídotos
contra tu propia decepción
se hayan ido agotando?

Cueva nocturna, música
emborronada, opaco
embate agreste de la luz, herrumbre
de adjetivos que rondan
el marasmo, ¿con qué herida
coincidirán por fin los bordes del silencio?
——————————
De La noche no tiene paredes, 2009.

lunes, 20 de abril de 2009

CRÓNICA

Sábado, 21 de marzo, 20:00 horas.
El Cantábrico, C/Muelle de Oriente 4, Gijón.


JUGADORES

Baudelaire, Charles. Cuadernos de notas y consejos a los jóvenes escritores, Córdoba, Almuzara, 2008.
Beltrán, Fernando. El corazón no muere, Madrid, Hiperión, 2006
Brines, Fernando. Antología poética, Madrid, Austral, 2006.
Faulkner, William. Poesía reunida, Madrid, Bartleby, 2008.
García Cabrera, Pedro. Antología poética, Tenerife, Centro de cultura popular canaria, Cajacanarias, Ayuntamiento de Vallehermoso, 2005.
Shakespeare, William. Sonetos, Madrid, Bartleby, 2009.
Storni, Alfonsina. Antología mayor, Madrid, Hiperión, 1994.

CRÓNICA

Partido sin historia, que nació muerto por el dogmatismo con que cada participante se aferró a su propuesta táctica, agravado por la lentitud en la construcción de la idea poética. El resultado no podía ser más que un marasmo de previsibilidad y juego destructivo.

Superando ese lastre inicial, pudo salvarse CHESIRE que apostó por el verso experimentado de BRINES; aunque de imponerse la saña reglamentista con que el inquisidor del Santo Oficio poético suele castigar a sus congéneres, debería haberse anulado su concurso por manifiesta alineación indebida: BRINES ya había participado en forma de antología. Dejando a un lado esta prevaricación, las maneras contenidas, la metáfora sugerente y el léxico sencillo trabajaron a favor del edificio de nostalgia que el autor proponía: «Estación del tiempo rezagado / el otoño de las rosas»; aunque en MADRIGAL Y AUTOIMPROPERIO rozase un desasosiego un tanto afectado: «el sentimiento ingrato de la inseguridad / que acompaña a la dicha».

La sorpresa del encuentro vino de la mano de CLAMAVI. No se le esperaba y fue grato verlo desenvolverse fuera del universo estático que tanto le gusta, donde un adjetivo precisa a otro adjetivo que modula a un tercero que matiza a un cuarto que concreta a un quinto... ¡Dios mío, VIRGILIO, dónde está el verbo principal... que llevo leídas tres páginas y tengo a ENEAS con un timón de trirreme en el ojete del cíclope desde el segundo hexámetro! Y es que FAULKNER desarrollaba un juego de centro del campo bastante aseado en la evocación de la fugacidad significativa, ya inspirada por la naturaleza: «Entonces se hunde el sol y con él desaparece / una magnificiencia cuyas espadas por fin se envainan»; ya atemperada por el calor humano: «Confortados sobre el sencillo crepúsculo de su cabello». Pero fracasaba dando remate a las jugadas con un exceso de efectismo que apenas si camuflaba la precipitación: «La despedida solo tendrá valor cuando tú y yo estemos muertos».

ALBA prefirió dejar que las jugadas se fuesen acercando al área rival sin excesivo compromiso ni desgaste para, una vez allí, intentar sorprender a la parroquia con una arrancada rápida que la llevara al goal. A este empeño aplicó el talento de GARCÍA CABRERA con cierta soltura en poemas de imaginería marinera como ISLA DE LOBOS: «sintaxis de las piedras salteadas, rocas que rumian un tormento / de castradas colmenas, pisapapeles de los mares»; pero que al contacto con la piel desvelaban su manufactura robótica: «átomo audaz enamorado en la palabra de la sed».

Se confirman las sospechas: SANDERS es un personaje de DISNEY. Después de presentarse rodeada de un cuadro de mariachis con Timón, Pumba, Pena, Pánico, Maroto, y ordenar el calentamiento de STORNI, maravillosa sin despojarse del chándal, estirándose en apoyo contra las paredes de la caseta en pincelada grácil más propia del ballet de balón: «o si es el aire quien teje la ilusión de llamar». Resulta que todo ese proyecto de montaña, esa máquina insigne, esa grandeza, se evapora en un fuese y no hubo nada, en el parto de un ratón jíbaro. Porque no merece otro calificativo la morralla arrítmica, ametafórica, alírica... abortiva, en suma, con que castigó a la parroquia a pelotazo limpio de un BAUDELAIRE completamente pasado de tono en «Aviso a los no comunistas: / todo es común, incluso Dios»; pasado de absenta en «La creencia en el progreso es una doctrina de perezosos / una doctrina de belgas»; y pasado de rencor pajillero en «Me he olvidado del nombre de esa guarra... pues bueno, ¡y qué más da! Ya me acordaré de él en el juicio final». Para terminar rematando el partidazo con una afonía súbita que la devuelve al reino de Blancanieves junto al enano mudito... En dos palabras, A-COJONANTE.

IGNATIUM continuó con la exploración de la dualidad onda-corpúsculo, donde sea corpúsculo el destilado del concentrado del precipitado de la gota que gotea en el gotero gótico: «La terca estalactita de esos climas humanos / que arropan su intemperie invitando al invierno»; y donde sea onda la espina que expira en la espiral de la expiación: «Todavía recuerdas / cuando el dolor nada más eran otros... Moriremos a solas, / llorados a puñados por las cuatro personas / que ya están muertas»... ¡AZÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚCAR!

PAPERMAN llegó tarde y quiso compensar la morosidad aplicando con denuedo a DANIEL BARREDO en la metonimia del chasquido. Estrategia en que resultó convincente mientras mantuvo sus versos dentro del tren de laminación como en ODA A LA PAPELERA: «Carcajada metálica en la acera... yace foco sin luz»; o como en ODA A LA FAROLA: «Vierte el líquido de su pena anónima / llora sobre las faldas de la noche / una lágrima sola». Pero a poco que se saliera de la tolva de carbón, daba en un amasijo de cascotes siderúrgicos amorfos, como en una inenarrable ODA AL TUMOR CEREBRAL.

Que la noche no estaba para CATENACCIO quedó claro al ver cómo PAPERMAN se afanaba en quebrar todas sus jugadas desde el primer pase, mientras declaraba que ese perro infiel —en referencia a SHAKESPEARE— marcaría por encima de su cadáver. No obstante, el inglés no se amilanó por las patadas y optó por el arranque preciosista para referirse al paso del tiempo: «cuando veo altos árboles desnudos / que dieron antes sombra a los rebaños, / y el verde estío atado ahora en gavillas / marchar, áspero y blanco, en las carretas»; para mudarse por la gravedad cuando llegó la hora de arrear el apero de la tribulación: «constante tiempo hunde al verano en hosco invierno... y extiende árida nieve en la belleza»; y buscar la redención de la nostalgia en el amor generoso: «Mira a tu espejo y dile a tu semblante: / Ya es tiempo de que formes otro rostro».

SHAKESPEARE no, pero los ingleses sí terminaron marcando bajo otro formato: PAPERMAN aparcó el misil en la trastienda de la PLAZA ROJA, desplegó los brazos como las alas de un caza, y cuando quienes le flaqueaban ya comenzaban a prevenir el ominoso mamporro encogiendo los hombros y achinando los ojos, se desactivó a sí mismo, profundizó en el amasijo de meninges destrozadas que tiene por mollera y recuperó en rapto de abuelo cebolleta anécdota bélica que más o menos era así. Y es que al parecer, terminada la BATALLA DE INGLATERRA, un oficial de la RAF, al esterarse de la celebérrima frase de gratitud y elogio de CHURCHILL: “Nunca tantos han debido tanto a tan pocos”, quizás escéptico por naturaleza, quizás escamado por provenir ésta de un político, optó por laconismo práctico que no ha conocido tanto éxito en los mármoles de la Historia: “Diga lo que diga el Primer Ministro, no pagaremos la cuenta de cerveza”. Y que al punto, recogemos para los anales de la tradición oral como el goal que es.

Dejamos a PAPERMAN entre espoleos burlescos propios de la soldadesca, con un partido que languidecía sin que SHAKIRA diese señales de hacer acto de presencia. En la calle, la noche señoreaba las aceras, alguna pareja se recibía con beso precipitado e iniciaba con paso ligero nuevo rumbo; las gaviotas ejecutaban sobre la candela de las farolas su planeo circular, ese mantra de panzas albinas, que invoca ahora una primavera irrefragable y que se desgranará en un verano que a su vez no admitirá recurso alguno. Todo apunta al latigazo fugaz de las golondrinas, y con él, aguzando el oído tras la sordina de las costumbres civilizadas, los hay que pueden alcanzar el ruido de fondo de los viejos tiempos con sus héroes míticos, el ronroneo de los SPITFIRE y MESSERSCHMITT 109 que ya por siempre seguirán acosándose en las entrañas del tiempo. Pero eso ya es otra historia.

lunes, 13 de abril de 2009

WALT WHITMAN. SONG OF MYSELF


SONG OF MYSELF

I celebrate myself, and sing myself,
And what I assume you shall assume,
For every atom belonging to me as good belongs to you.

I loaf and invite my soul,
I lean and loaf at my ease observing a spear of summer grass.

My tongue, every atom of my blood, form'd from this soil, this air,
Born here of parents born here from parents the same, and their parents the same,
I, now thirty-seven years old in perfect health begin,
Hoping to cease not till death.
Creeds and schools in abeyance,
Retiring back awhile sufficed at what they are, but never forgotten,
I harbor for good or bad, I permit to speak at every hazard,
Nature without check with original energy.
——————————
From Leaves of Grass, Deathbed Edition, 1892.

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CANTO DE MÍ MISMO

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.

Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.
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De Hojas de hierba, Edición póstuma, 1892.
(Trad. León Felipe)